lunes, 23 de febrero de 2015

¿Cuál es el peso de la familia en la educación?



Una mala noticia se divulgó en diciembre del año pasado para la educación argentina. Según los datos del Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Terce) de la Unesco, la tasa de abandono aumentó en el nivel primario el 1,8% (del 5,1% en 2006 al 6,9% en 2011), mientras que en la mayor parte de los países de la región (Chile,Uruguay, México) el abandono decreció.

Hasta ahora, el abandono en la Argentina era un problema grave en la secundaria, (más del 50% de los alumnos no se recibe), pero nunca lo había sido a nivel primario, lo que resulta sumamente preocupante y marca un deterioro importante en el sistema educativo. Al mismo tiempo, si bien los resultados en las pruebas del Terce mostraron en todos los países de la región una mejoría, en el caso argentino ésta fue inferior comparativamente; muy modesta en matemáticas y ciencias naturales y prácticamente nula en lengua, por lo cual subsiste aún el problema de la falta de calidad en la educación, y se añade ahora, con el abandono en la primaria, otro problema de inclusión que nunca había existido en este nivel.


¿Cómo solucionar estas carencias? El informe de la Unesco destaca un hecho de importancia y es que el factor que más contribuye a que los chicos no abandonen la escuela y aprendan es la participación de los padres y el apoyo de la familia en la educación de los hijos. Por cierto que éste no es el único factor que incide en el aprendizaje y en el rendimiento de los alumnos, pero es uno de los más importantes y debería ser tenido en cuenta muy especialmente en el diseño de una política pública que nos permita superar los problemas señalados: la falta de inclusión y de calidad educativa.

Ya Coleman decía en 1966 como conclusión de su famoso informe educativo para los Estados Unidos, que la escuela tenía muy poca influencia en el desempeño académico de los estudiantes, mientras que el nivel socioeconómico de la familia tenía una importancia excluyente. Sostenía que el medio ambiente y los antecedentes familiares no constituían una entidad única y que hay que distinguir entre capital financiero, capital humano y capital social. El primero incluye todos los recursos monetarios que se aplican a la educación de los hijos; el segundo, abarca el conjunto de conocimientos, actitudes y valores de los padres, y el tercero (capital social) está constituido por la calidad de las relaciones familiares que inciden en la educación de los hijos. El capital social familiar es fundamental, pues cuanto mayor sea la interacción de los padres con sus hijos, mayor rendirá el capital humano de aquellos y a la inversa. Por cierto que las conclusiones de Coleman deben ser matizadas, sobre todo en lo que se refiere a la muy poca influencia que le otorga a la escuela, pues como sostienen muchos otros autores, esta afirmación no puede ser tomada en forma absoluta para los países menos desarrollados, en los que puede influir un poco menos el hogar y un poco más la escuela en los rendimientos educativos.

En similar sentido, creemos que la importancia de la familia es mayor en el nivel primario que en el secundario, donde pasa a desempeñar un papel más importante la escuela, especialmente los docentes y la organización escolar.

Sin embargo, no deja de ser cierto para cualquier país que la familia es un factor determinante en la educación de los hijos, no sólo en lo que se refiere a la calidad educativa, sino también en aspectos cuantitativos, tales como la escolarización, la deserción y la repitencia, como bien dice Llach. Los estudios sobre los determinantes de la calidad de la educación, nos dice el mismo autor, muestran que las variables que más influyen en ésta son las siguientes: nivel socioeconómico de los padres (NES), ingreso familiar, educación de los padres y particularmente de la madre, presencia de uno o ambos padres, tamaño de la familia, número de libros en el hogar y rendimiento cognitivo previo. Incidencia de la Asignación Universal También es verdadero -como dice Tiramonti- que las familias tienen posibilidades materiales y simbólicas muy diferentes para apoyar la escolaridad de sus hijos. En nuestra opinión, si bien es cierto que asegurar la equidad educativa requiere una escuela más fuerte, no es para quitarles a las familias más pobres el papel fundamental que les atañe en la educación de los hijos, sino para potenciarlas y ayudarlas a cumplir cada vez y mejor su cometido.

En este orden de ideas, el diseño de una política pública que fortalezca a la familia es sumamente importante. En este sentido, la Asignación Universal por Hijo con la obligación para los padres de mandarlos a la escuela, ha permitido en el período 2010/2012 que muchos alumnos secundarios que la habían abandonado volvieran a ella. Este fenómeno se dio con menor incidencia en la primaria, ya que en esa fase educativa hay una cobertura mucho mayor que en la secundaria, según sostiene el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, en julio de 2013. Asimismo, el aumento de las asignaciones familiares por escolaridad, el otorgamiento de becas a alumnos de escasos recursos de escuelas de gestión pública estatal y privada, la fijación de políticas empresariales que contribuyan a la conciliación familiar y laboral, las ayudas sociales a familias numerosas y monoparentales, la creación de bibliotecas populares, una mayor participación de los padres en asociaciones y cooperadoras escolares y la educación en valores son todas acciones directas e indirectas que pueden ayudar significativamente a fortalecer el papel insustituible de los padres y de la familia en la educación de los hijos.

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