Reflexiones de la ministra Alicia Kirchner, en el marco del IX Foro de Ministros de Desarrollo Social de América Latina y el Encuentro Internacional de políticas públicas.
Las transformaciones globales en las últimas décadas han sido inmensas, desde la caída del muro de Berlín en 1989, el surgimiento y auge de Internet (con burbuja especulativa incluida en 2000/2001), hasta la estafa financiera internacional iniciada en 2008 y la actual agonía de países como España y Grecia. Argentina no ha sido ajena a los grandes cambios. El colapso al comenzar el nuevo milenio sigue presente en el recuerdo colectivo, cristalizado en las trágicas imágenes de 2001, pero junto a la región hemos encontrado en la última década un camino propio que ha generado el mayor período de crecimiento económico sostenido de nuestra historia: diez años en los que hemos duplicado el PBI, priorizando la inclusión y la justicia social.
En este tiempo, los jóvenes de nuestro país como los de tantas otras naciones han pasado de las promesas de prosperidad “yuppie” propias del modelo neoliberal que impulsa un capitalismo feroz e irrestricto, al desasosiego y la desesperanza extrema como las manifestadas por los movimientos de los indignados en Europa y los que ocuparon Wall Street en Estados Unidos. ¿Qué pasa que tantos millones de jóvenes, incluso con títulos universitarios, se encuentran desamparados y con Estados que no tienen oídos ni respuestas para sus reclamos?
En este tiempo, los jóvenes de nuestro país como los de tantas otras naciones han pasado de las promesas de prosperidad “yuppie” propias del modelo neoliberal que impulsa un capitalismo feroz e irrestricto, al desasosiego y la desesperanza extrema como las manifestadas por los movimientos de los indignados en Europa y los que ocuparon Wall Street en Estados Unidos. ¿Qué pasa que tantos millones de jóvenes, incluso con títulos universitarios, se encuentran desamparados y con Estados que no tienen oídos ni respuestas para sus reclamos?
El resurgimiento de la participación política de la juventud en Argentina durante los últimos años ofrece un ejemplo positivo en cuanto a la reacción que una nueva generación tiene ante un Estado presente y promotor, que busca dar respuestas concretas a los desafíos de inclusión política, social y económica.
La política de transferencia de ingresos, Asignación Universal por Hijo para la Seguridad Social, y la ley de financiamiento educativo están entre los pilares clave para definir el nuevo contexto institucional en el cual hoy crecen nuestros jóvenes. Con tasas de desempleo decrecientes, cientos de nuevas escuelas construidas y familias vulnerables con mayor previsibilidad de ingresos hemos visto un aumento en la escolaridad, y una disminución en los índices de repetición y deserción. A través del Plan Conectar Igualdad, los estudiantes de todas las escuelas secundarias públicas del país acceden a una computadora portátil y al graduarse se la quedan. El cambio de perspectivas para un joven que se recibe del secundario con una computadora es total; achica la “brecha digital” igualando oportunidades. Y más importante aun, le permite a ese adolescente extender sus horizontes, soñar con un futuro distinto.
Porque hoy la computadora es mucho más que una herramienta académica o profesional, es una ventana al mundo. Y el impacto que el acceso a Internet tiene en la imaginación y creatividad de nuestros jóvenes es imposible de cuantificar. Cuando un país tiene más jóvenes graduados y motivados; invierte niveles récord en nuevas casas de altos estudios y continúa garantizando una educación superior libre, gratuita y de calidad para todos, el empoderamiento de las nuevas generaciones empieza a ser tangible.
Cuando acercamos sedes universitarias a zonas o regiones postergadas facilitamos el acceso, porque entonces es más factible estudiar y trabajar al mismo tiempo; las probabilidades de asistir y completar una carrera terciaria o universitaria naturalmente aumentan, y del mismo modo las perspectivas de futuro de los estudiantes.
Hoy contamos con un conjunto de políticas públicas orientadas a la inserción productiva, como la creación de las cooperativas Argentina Trabaja, la ley de monotributo social, la promoción del microcrédito, la marca colectiva, herramientas técnicas de comercialización y ferias permanentes en todo el territorio.
Además, la reconstrucción del tejido industrial de la Argentina, con iniciativas concretas de apoyo a la producción nacional, el mercado interno, las inversiones en infraestructura pública, y el despliegue de medidas como los créditos del Bicentenario y la ley de mercado de capitales que buscan dinamizar las inversiones productivas, apuntan a sostener los niveles de empleo en un contexto económico internacional adverso e incierto. Es vital tener presente que el trabajo es un derecho, y también es la mejor política social. Por eso los esfuerzos de todo proyecto político que busque mejorar la calidad de vida de la ciudadanía deben apuntar al crecimiento económico con inclusión; es decir, a considerar la inclusión social como eje fundamental para el crecimiento. Pero este sólo puede ser sustentable cuando se concibe estratégicamente. En ese sentido hay que destacar la gestión del Gobierno Nacional en ciencia y tecnología, energía y comunicación pública.
La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, los cientos de científicos repatriados, las investigaciones argentinas que hacen posible entre otras cosas que tengamos nuestros propios satélites “Industria Nacional” en el espacio, y la megamuestra Tecnópolis son ejemplos notables, que además resultan instrumentales en cuanto a vincular a nuestra juventud con un mundo más amplio de posibilidades. Como tantas veces repite la presidenta, el futuro lo construimos apostando a la exportación de productos con valor agregado. Y es la articulación entre políticas públicas la que lo hará posible.
Porque no existen recetas únicas para el desarrollo de los países; por el contrario, las recetas que supieron imponernos solo trajeron destrucción del tejido productivo y social. El debate está abierto en el mundo, donde todos los países se esfuerzan para ser competitivos y conseguir desarrollarse con equidad de acuerdo a sus propios recursos y capacidades.
Históricamente los argentinos hemos estimado altamente nuestros recursos naturales y humanos, y con razón. Pero fueron necesarias políticas como la recuperación de YPF y la inversión publica y privada en exploración y tecnologías de extracción para que retomemos el camino del desarrollo en un sector tan estratégico como el energético. Ese primer gran paso en la recuperación de soberanía energética abre nuevas oportunidades para el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la industria en beneficio de todos.
Las perspectivas de un país que se transforme en exportador de energía, gracias a yacimientos como el de Vaca Muerta, revirtiendo el déficit energético que presiona nuestra balanza comercial e inhibe un crecimiento mayor de nuestra industria comienzan a ser reales. Y los jóvenes no son ajenos a esta realidad, porque las causas que alguna vez parecieron perdidas hoy son motivo de esperanza y orgullo.
YPF es parte de la identidad argentina, al igual que Aerolíneas Argentinas, y recuperarlas fortalece nuestro amor propio como pueblo. Entonces,se hace evidente la necesidad de tener más ingenieros, más científicos y más emprendedores. Para lograrlo es condición necesaria que esa juventud esperanzada tenga acceso a la universidad y expectativas reales de conseguir un trabajo y una vida digna.
El desarrollo nacional apoyado en sectores estratégicos es un paradigma indiscutido, del mismo modo que ya no discutimos la importancia e influencia de los medios de comunicación masiva en la sociedad moderna. El acceso a la información, tanto para emisores como receptores, también es un derecho humano que debe ser garantizado. Por eso las características de la producción audiovisual son clave, tanto por su valor como industria competitiva y exportadora, como por su importancia en tanto hecho cultural que nos representa y nos invita a la reflexión. El alcance de los medios masivos potencia su influencia en la formación de la agenda y la opinión pública, dejando en evidencia la necesidad de un Estado que garantice pluralidad y diversidad de voces y contenidos. En este marco, las nuevas tecnologías están abriendo el camino hacia el futuro con nuevos medios como la Televisión Digital Abierta, que ofrece contenidos de calidad, con producciones locales y acceso totalmente gratuito para millones de personas.Esto inaugura una nueva etapa de profundización democrática y federal del mapa de medios argentinos, con más canales generando puestos de trabajo en todo el país. El mismo rumbo tiene el fomento a la producción audiovisual mediante subsidios otorgados a empresas de distinto origen y escala. Estas empresas crean contenidos para audiencias locales y extranjeras y exhiben sus productos en televisión y también en nuevas salas de cine y festivales de todo el país. Así, se consolida la soberanía cultural que es la sangre y el espíritu de un pueblo.
Nuestros jóvenes son partícipes activos de estas transformaciones. Reciben TDA en sus computadoras, ven que existen múltiples entradas al mundo de la producción audiovisual y que tienen posibilidades de organizarse y participar; como con los concursos de cortometrajes o programas como Argentina se Expresa. En este contexto es evidente que la plena aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es mucho más que una pelea de intereses entre un gobierno democrático y los poderes fácticos o que una puja entre voluntad popular y judicialización de la política. La plena aplicación de esta ley apunta a la desconcentración de grupos monopólicos para que organizaciones de todo tipo y escala, en cada provincia, puedan acceder a los medios. Representa la lucha por un país verdaderamente federal y plural. Representa la lucha por la profundización de la democracia que tanto nos costo conseguir. Estas causas no son extrañas para la juventud, que trae como marca de carácter el desafío al orden preestablecido, y mucho menos en estos tiempos en donde las nuevas tecnologías y las redes sociales hacen escuela en términos de democratización y pluralidad. La nueva generación ya tiene incorporada la multiplicidad de medios y formatos propios de este siglo, en donde la noticia de último momento puede llegar por Twitter y la música popular escucharse en Youtube y ambas pueden postearse en Facebook y otras redes sociales.
La energía propia de la juventud encuentra un escenario fértil y activo en este momento en nuestro país, ya no con el sesgo trágico de otras épocas, sino con debates políticos intensos canalizados por nuestras instituciones democráticas. Por eso es justo que ellos también tengan la oportunidad de estar plenamente incluidos gracias al voto optativo a los 16 años. Vamos al encuentro de jóvenes movilizados y dispuestos a militar por sus ideales, cualesquiera que fueran. Jóvenes dispuestos a la acción, a usar su creatividad y a forjarse un camino en un país donde el Estado es incansablemente activo en su búsqueda por garantizar el acceso igualitario a las oportunidades de desarrollo. Eso ayuda a explicar la enorme transformación que hemos evidenciado en términos de la percepción que la juventud tiene de la política, que pasó del escepticismo absoluto a la militancia apasionada.
Todo esto que hace apenas una década parecía una utopía, hoy es una realidad tangible. Pero cuando se alcanza un objetivo siempre aparece uno nuevo. Cuando ampliamos el horizonte de lo posible siempre hay otra utopía adelante. Por eso decimos que falta mucho por hacer, y la única discusión que importa es cómo seguir avanzando hacia un país en donde todos y todas tengan la oportunidad de desarrollarse al máximo de sus capacidades.
Alicia Kirchner. Ministra de Desarrollo Social.
Nota publicada en Tiempo Argentino. 15 de septiembre de 2013
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