jueves, 7 de marzo de 2013

ÚNETE en el Mundo


Por Aldijana Sisic, Directora de la campaña ÚNETE


Esas promesas acordadas internacionalmente proporcionarán una estructura y el marco específico para todos los debates de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer. Sin embargo, las voces de las víctimas y las sobrevivientes de todo el mundo, las esperanzas de las mujeres y las niñas reales detrás de las estadísticas y los números, serán un recordatorio que deberá orientar los debates más allá de la tinta y el papel, hacia un cambio real.
En mi trabajo como profesional de los derechos humanos, tengo el gran privilegio de conocer a personas cuyas vidas, trabajo o conocimientos, de una manera u otra, inspiran mis esfuerzos para trabajar a favor de poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas. Aprendo de esas personas, que me motivan para avanzar, para dar un paso adicional o para «trascender los límites». Entre ellas, hay dos mujeres extraordinarias que, sin duda, serán fuente de inspiración para mí en el futuro: Enisa de Bosnia y Lingya Chea de Camboya.

Tuve el honor de conocer a Enisa como una de las oradoras en un evento organizado por la campaña ÚNETE durante el 55º periodo de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en 2011. Fue invitada a relatar su historia. Durante la guerra de Bosnia, Enisa fue llevada a un «campamento de violación», donde estuvo encerrada durante meses y fue violada repetidas veces por soldados. Como deseaba contar su historia, participó en el documental Cómo se curan las heridas de guerra, producido por las Naciones Unidas, y valientemente regresó al lugar donde había estado cautiva. Fue una experiencia muy emotiva y, en sus propias palabras, la llevó a cabo por «todas las mujeres que sufrieron como ella pero no pudieron hacerse oír».
A Ling Ya Chea, una residente de 19 años de edad y líder de la Casa Somaly de AFESIP en Kampong Cham, en Camboya, la conocí el año pasado en el Foro Mundial de Jóvenes de la campaña ÚNETE. Ella fue una de los 40 jóvenes, hombres y mujeres, que acudieron de todo el mundo para compartir con nosotras y nosotros sus conocimientos, sus experiencias, sus éxitos y los retos a los que se han enfrentado para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas. La historia personal de Lingya Chea, su coraje individual y su determinación para construir un futuro más seguro para las mujeres de Camboya nos conmovió a todas y todos.
«Mi padre era un jugador y yo no sabía qué discutían con él. Me dijo que quería que yo trabajara en Tailandia con esos dos hombres. No podía contradecirlo. Me dijo que hiciera lo que se me decía. No supe hacer otra cosa, excepto seguirlos. No tuve opción, así que fui a Tailandia con esos hombres. Pero cuando llegué a la frontera con Tailandia, no me dieron el trabajo que prometían. Aunque tenía sólo diez años, me vendieron a un burdel.»
La violencia contra las mujeres y las niñas no es una abstracción: es personal e íntima. Ya sea en tiempos de paz o de guerra, las mujeres y las niñas se ven sometidas a ésta simplemente porque son mujeres y niñas; son golpeadas, violadas, asesinadas y agredidas a diario. Las historias de Enisa y de Lingya Chea son las historias de todas, millones de ellas, graves, ocultas, difundidas, y adoptan muchas formas diferentes. Por eso, sí, las esperanzas son altas.

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